El árbol de las preocupaciones
Había una vez un granjero que contrató a un carpintero para reparar una valla. Finalizado el primer día de trabajo, el granjero tuvo que llevar al carpintero a su casa, pues su vieja camioneta se negaba a arrancar. Una vez llegaron a casa del carpintero, éste le invitó a conocer a su familia. Bajaron del vehículo y, antes de entrar en su casa, el carpintero se detuvo frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Entraron en casa y abrazó afectuosamente a sus hijos y a su esposa. Mas tarde, realizadas las presentaciones, el carpintero acompañó al granjero al coche y, al pasar cerca del árbol, éste le preguntó porque antes se había parado y había acariciado sus puntas. El granjero le comentó que ese era el árbol de las preocupaciones. Y le dijo: “Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero esos contratiempos no pertenecen a mi familia, así que los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y por la mañana los recojo. Lo divertido es que, cuando salgo por la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que había colgado la noche anterior”. Este cuento nos habla del beneficio, para nuestra salud mental, de aprender a desconectar. Hacerlo conlleva dedicar tiempo de calidad a nuestras relaciones personales, familia o amigos, fortaleciendo así los lazos afectivos. Porque disfrutar de momentos valiosos con nuestros seres queridos, marcando una frontera entre lo laboral y lo personal, es fundamental para nuestro bienestar emocional. Así, desconectar del trabajo, ofrece la oportunidad de relajarse, liberar tensiones y reducir estrés. www.carloshidalgo.es