El arte de saber perder
Un buen líder sabe ganar y perder. Hace 12 años John McCain (candidato republicano), con distinción y buen gusto, felicitó a su contrincante Barack Obama por la victoria en las elecciones mientras le confesaba su admiración. Donald Trump en cambio, no sólo no ha felicitado a Biden, sino que se niega a validar el resultado electoral tachándolo de fraude, mientras promete acudir a los tribunales, extendiendo así dudas sobre la legitimidad del proceso electoral. Ya durante el recuento hizo gala de su radical postura cuando exigió que se paralizase el proceso diciendo que sus votos eran legales y los de su contrincante no. Es mas, llegó a autoproclamarse presidente a través de su perfil de Twitter, canal que siempre que utiliza a menudo y que ha tenido que censurarle alguno de sus mensajes por faltar a la verdad. Pocas escenas son más lamentables que ver a un mal perdedor fuera de sí, sin saberse contener, sin asumir su derrota y cumpliendo los criterios de un trastorno narcisista de la personalidad: arrogancia, soberbia, necesidad de adulación, seguir un patrón de grandiosidad, impulsividad, engreimiento, imprudencia e intolerancia a la frustración. Trump se considera único es su especie y mejor que todos los demás y, como tal, sólo le importa él mismo y actuar en su propio beneficio. Hay un dato en el que también va a destacar: de los 27 presidentes del último siglo, es uno de los cinco que no han podido repetir mandato. Ahora, aferrado al trono, adopta una postura querulante presentando una reacción hostil y reivindicativa, sin aportar prueba alguna, por considerarse agraviado, haciendo que parte de sus seguidores se manifiesten incluso armados. Trump, desde su particular Olimpo, no sabe que la fortaleza consiste en soportar y resistir las adversidades con firmeza y serenidad, siendo humilde en las victorias y elegante en las derrotas, dejando que hablen los demás. Imposible para un ególatra. www.carloshidalgo.es