El efecto Miguel Ángel en pareja
El término del que hoy hablamos, se basa en una conocida historia de Miguel Ángel Buonarroti, el famoso artista renacentista que recibió el encargo de esculpir el pasaje de la Biblia donde un joven David, con una honda y una piedra derribó al gigante Goliat. Y, cuando el genio contaba con 26 años, dio forma a un soberbio David de cinco metros de alto y seis toneladas de peso, utilizando un bloque de mármol, que había sido agujereado, maltratado y despreciado por otros escultores durante cuarenta años. Cuando terminó su obra, las autoridades de la Ópera del Duomo, tan asombradas como complacidas, le preguntaron cómo había podido realizar algo tan bello de una piedra tan fea, a lo que el talentoso contestó: “La figura ya estaba dentro del bloque de mármol, yo solo lo he tallado para ponerla en libertad”. Aplicado a las parejas, el efecto Miguel Ángel sería el proceso que se da entre los conyugues por el cual se van modelando uno a otro, hasta conseguir su mejor versión. Este efecto es muy positivo, porque cada miembro de la pareja, de manera recíproca, apoya al otro en su camino hacia ese “yo ideal”, en un claro ejemplo de relación sana. Es inevitable influir y ser influidos por nuestra pareja. Y es en este espacio de confianza, cercanía e intimidad, cuando las personas se retroalimentan, siendo esto una fuente de gratificación, sobre todo cuando se emplean las llamadas “caricias emocionales”, es decir, intercambios de afecto positivo que refuerzan y fortalecen al otro, dándose un modelado mutuo, sin que ninguna de las partes renuncie a su propia esencia, valores o identidad. www.carloshidalgo.es