EL
FRACASO DE LA REINSERCIÓN
La semana pasada se dio una noticia cuanto menos alarmante. Un recluso de
la prisión provincial de Huelva, recién puesto en libertad, se
cortó el cuello, después de
que le negaran la entrada, al volver al centro penitenciario, por no tener
adónde ir. El interno se negaba a abandonar la cárcel al considerar que se
encontraba desamparado y sin un lugar a donde acudir. Tras marcharse, regresó
al cabo de unas horas con el ánimo de entrar de nuevo, si bien se le explicó
que, habiendo finalizado su condena, no podía ser admitido de nuevo. En su desesperación
el ex recluso atentó contra su propia vida cortándose el cuello, siendo trasladado al
hospital. En España hay
actualmente 60.000 presos. La mayoría ha cometido
delitos contra la propiedad (20.000) y sólo 1.000 son de primer grado (considerados extremadamente
peligrosos). Esta noticia ha enfatizado la idea de que la falta de personal en el
área de tratamiento hace que las personas privadas de
libertad no tengan un
horizonte claro más allá de las rejas, imposibilitando así una reinserción real.
El Ministerio, en una evidente hipertimia, asegura que el
70% de los presos no vuelve a reincidir tras salir de prisión, frente al 30% que vuelve a delinquir al recuperar
la libertad. En teoría, cuando una persona llega a prisión, se le hace un
programa individualizado de tratamiento, siendo evaluado por el médico, el
trabajador social y el psicólogo, realizándose después una propuesta de
intervención para favorecer su reeducación. Pero la realidad es bien distinta
pues los programas terapéuticos, al ser voluntarios, son realizados por pocos reclusos.
Además, lamentablemente, las terapias que los presos reciben en las cárceles
son genéricas, poco individualizadas y escasas, existiendo ocho psicólogos, un
trabajador social y un educador para un centro de 1.000 reclusos. Con esta
carencia de personal es muy difícil que se lleve a cabo una reinserción real,
verdadero fin de la institución penitenciaria. www.carloshidalgo.es