El factor suerte
En el imaginario colectivo, ese término que engloba los mitos y leyendas que funcionan como una mente social colectiva, se afirma que encontrar un trébol de cuatro hojas, tocar madera, tener una herradura encima del dintel de la puerta o llevar consigo una pata de conejo, son maneras de atraer la suerte para mantenerla a nuestro lado. Pero, si lo que queremos es llamar a la suerte, hay formas un poco más científicas de hacerlo. Un sesudo y longevo estudio sobre personas consideradas afortunadas, arrojó como resultado que hay tres factores que explican por qué las cosas buenas suelen pasar a las mismas personas. Un primer factor asegura que los individuos con suerte acostumbran a hacer caso a sus corazonadas, a su intuición. El segundo factor afirma que la gente con suerte, acostumbrada a pensar que sucederán cosas buenas, perseveran cuando sufren un fracaso, mostrándose optimistas ante las circunstancias. El tercer factor ratifica que, los suertudos, tienen una habilidad que los psicólogos llaman “mentalidad de inversión”, esto es, la capacidad para poder imaginar al instante que las cosas podrían haber sido mucho peores, pero que afortunadamente no lo son. Un ejemplo de esto último lo encontramos en los deportistas que compiten a alto nivel. Los ganadores de la medalla de bronce son más felices que los que ganan la medalla de plata. Resulta que, los medallistas de plata se sienten frustrados porque piensan que han estado a punto de ganar la de oro, contextualizando su gloria en la derrota, frente a los ganadores de la medalla de oro. Lo cierto es que, a pesar de que sí es verdad que hay gente más afortunada que otra, nadie nace con suerte. Y una de las maneras de atraerla es ser positivo ante la posibilidad de que nuestros deseos se hagan realidad perseverando en el esfuerzo, pues es una certeza que las personas con suerte son positivas, optimistas y seguras de sí mismas. En definitiva, la suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad. www.carloshidalgo.es