El premio Nobel de literatura Samuel Beckett escribió en su libro Rumbo a peor, el fragmento siguiente: Lo intentaste y fracasaste. Da igual, prueba otra vez. Fracasa otra vez, fracasa mejor. Este párrafo se ha convertido en una especie de eslogan para la gente emprendedora, subrayando que el fracaso es un aprendizaje imprescindible en el camino al éxito, convirtiéndolo en un peaje necesario para triunfar, como el primer paso hacia el éxito. Como si antes de conseguir la meta fuera necesario fracasar, concediendo al fallo tanto protagonismo que parece indispensable pasar por él. Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad de Yale concluyó que equivocarse no es un requisito para triunfar. Que las personas tendemos a sobreestimar la tasa en la que las personas consiguen un éxito tras un fracaso, exagerando así los beneficios del fracaso. Los participantes también tendieron a asumir, erróneamente, que la gente se enfoca en sus errores y consigue aprender de ellos de cara al futuro. Pero esto no es verdad. Es muy difícil aprender de una mala experiencia, ya que cuando fracasamos, nuestra autoestima disminuye y comienzan a aparecer sentimientos de duda y desconfianza sobre nuestros proyectos y sobre nosotros mismos. Y volver a intentarlo no es suficiente. Hay que saber gestionar y afrontar un fracaso con la actitud necesaria para aceptarlo como una variable más. Lo importante es analizar bien el fracaso y averiguar el porqué de éste, ya que cada persona debe conocer sus errores, corregirlos y superarlos. Como dijo Winston Churchill: El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal: lo que cuenta es el valor para continuar. www.carloshidalgo.es