EL PERIÓDICO MEDITERRÁNEO Artículo opinión 9/10/2022
INFIDELIDADES
A estas alturas poca gente queda que no haya visto las imágenes de Íñigo Onieva siendo infiel a Tamara Falcó, a partir de las cuales la Marquesa canceló la boda. La lengua española dispone de un catálogo abundante de modismos, expresiones asentadas en el idioma, cuyos significados no se pueden deducir de las palabras que los forman. Uno de los giros más populares es una locución tan habitual como despectiva: poner los cuernos. La expresión viene de la Edad Media, época en la que el señor feudal tenía derecho de pernada, es decir, podía acostarse con la esposa de un vasallo la noche de bodas. Cuando así ocurría, se colgaba en la puerta de la casa del matrimonio una cornamenta de ciervo. La realidad es que, en la actualidad, el número infidelidades es cada día más elevado gracias a las nuevas tecnologías. No obstante, el motivo que subyace a esta práctica es siempre el mismo: monotonía en la pareja, junto a una falta de comunicación y deseo sexual. Diferentes estudios indican que existen una serie de microinfidelidades que suelen ser el paso previo a la infidelidad carnal. Sería algo así como una tanda de acciones, aparentemente irrelevantes, que apuntan que la persona está emocionalmente enfocada en alguien fuera de la relación. Esto es: si cambia de hábitos, si tiene una cuenta secreta en las redes sociales, si intenta adelgazar, si renueva el vestuario, si deja el móvil boca abajo o si responde siempre con evasivas. No es que necesariamente está siendo infiel como tal, pero sí está a un paso de serlo. En general, las infidelidades se pueden reducir a dos tipos. Por un lado, si hay implicación emocional, frecuente en las que hay una conexión y vínculo afectivo. Y, por otro, la basada en el impulso, motivada solo para satisfacer el deseo físico. Pese a todo, reconforta saber que el 50 % de las parejas logran superar el mal trago de una infidelidad. www.carloshidalgo.es