JOMO vs FOMO
Afortunadamente, cada vez más jóvenes descubren los beneficios de no rendirse a la presión social de estar permanentemente conectados, alerta y pendientes de todo lo que pasa en las redes. Son los escapistas digitales que logran ver más allá de lo que la pantalla les ofrece a un ritmo frenético y que logran realmente desconectar. Si en su día hablamos del acrónimo FOMO (fear of missing out o miedo a perderse algo) en relación a la ansiedad generada por el temor a perderse cualquier experiencia o actividad, especialmente las que aparecen en redes sociales, ahora aparece el reverso de la moneda, el JOMO (joy of missing out o la alegría por estar ausente). Los jóvenes viven bombardeados de tal cantidad de información que les cuesta mucho desconectar, pasando una media de seis horas al día frente a las pantallas. Ante esto, muchos han decidido poner un poco de distancia con la tecnología, sobre todo en lo referente a los contenidos de las redes sociales. Para ello, desactivan las notificaciones, utilizan filtros de contenido y limitan el tiempo en las aplicaciones, como una respuesta consciente y positiva a la omnipresencia de las redes sociales y la cultura del “siempre conectado”. De este modo, la comparación social, la ansiedad y las decisiones impulsivas que promueve el FOMO, pasa a convertirse en un aumento de autonomía y libertad, una reducción del estrés y un mayor bienestar emocional impulsado por el JOMO. Así, la mejor manera de incorporarlo a nuestra vida sería marcando límites, declinando compromisos que no se ajusten a nuestras prioridades y aceptando que, aburrirnos de vez en cuando, es una fuente de creatividad y autorreflexión. www.carloshidalgo.es