La bicicleta de TolstóiSe dice que las personas que se encuentran en los estertores de la muerte, se arrepienten más de las buenas experiencias que no llevaron a cabo, que de las cosas malas que sí hicieron. Es un hecho demostrado que, cuando miramos hacia atrás, no hay peor sensación que el desasosiego que produce sentir que si se hubiese tenido voluntad, las decisiones que tomamos nos habrían llevado a una vida más feliz. Hasta hace poco tiempo, se creía que el cerebro alcanzaba la madurez máxima a los 25 años, momento en que termina su desarrollo. Pero, gracias a las últimas conclusiones sobre neuroplasticidad, se sabe que el cerebro tiene la capacidad de modificarse creando nuevas conexiones neuronales, para responder a las exigencias del entorno. Así, contrariamente a lo que se pensaba, esto se mantiene durante toda la vida, por lo que el aprendizaje puede (y debe) ser una constante en la vida de cualquier persona, ya que, sin importar la edad que se tenga, siempre puede uno cultivarse. Un paradigma de esto, lo encontramos en el novelista ruso León Tolstói. El autor de “Ana Karenina” o “Guerra y Paz” (quizás el libro de autoayuda más extenso de la historia, pues sus 1.900 páginas están trufadas de consejos y reflexiones), no solo fue digno de admiración por su obra literaria, sino también por la manera en cómo mantuvo al aprendizaje como algo esencial en su vida. A los 67 años, la Sociedad Moscovita de Amantes del Velocípedo, le regalo una bicicleta que venía acompañada de un manual de instrucciones. Para asombro de todos, Tolstói aprendió a montarla y a desplazarse con ella con gran soltura. Y es que, no importa la edad que uno tenga, nunca es tarde para aprender a tocar un instrumento, a hablar un idioma, a iniciar unos estudios o alguna manualidad. Como dijo el insigne novelista ruso: “los dos guerreros más poderosos son la paciencia y el tiempo. No hay éxito de la noche a la mañana, pues los grandes logros llevan su tiempo”. www.carloshidalgo.es