CARLOS HIDALGO Psicólogo clínico

La megalomanía

LA MEGALOMANÍA

El jefe del Kremlin, Vladimir Putin, considera a Rusia como la gran defensora de los derechos humanos internacionales atesorando la mayor reserva moral del mundo. Esta declaración es como mínimo hilarante en un país donde, tan solo en los 2 años de guerra contra Ucrania, han muerto decenas de oligarcas, empresarios y políticos rusos en circunstancias variopintas y extrañas. El último hace unas semanas, cuando Alexéi Navalny, emblema de la oposición, murió en una prisión de máxima seguridad de manera repentina, librándose así de su enemigo más molesto. Ahora, tras su reciente reelección al frente del poder en Rusia, en unas elecciones “libres” (de disidentes por lo menos), Putin está intentando que el tablero de la guerra se amplíe a toda Europa, agitando el fantasma de la III Guerra Mundial. Este ajedrez de poderes atómicos, sitúa al mundo en una tensa espera similar a la ocurrida en la Guerra Fría del siglo XX. Los analistas más optimistas creen que no se llevara a cabo, pero cuando uno de los bandos tiene en el poder a un megalómano del calibre de Putin, todo puedo ocurrir. En los más de 20 años que ostenta el poder, ha demostrado que busca más ser temido que querido, siendo un soberbio respecto a sus propias capacidades y creyéndose superior a todos debido a su egolatría sobredimensionada. Su delirio de grandeza es tal, que se comporta con desprecio hacia los demás, tomando decisiones irracionales y perjudiciales para su país, priorizándose él sobre el bienestar colectivo. Además, su comportamiento autocrático y su resistencia a la crítica, fomenta un clima de miedo y represión, que son los dos pilares donde se asienta su regencia. Paranoico como pocos, una de las excentricidades que practica, cada vez que sale de su país, con el fin de que no caigan en manos malvadas que puedan averiguar su estado de salud, es llevar su propio inodoro para que sus guardaespaldas recojan, en bolsas especiales, sus deposiciones, enviándolas a Rusia para destruirlas. Para mear y no echar gota, nunca mejor dicho. www.carloshidalgo.es

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