LADY GODIVA
Lady Godiva fue una dama anglosajona del siglo XI casada con Leofric, conde de Chester y señor de Coventry. Famosa por su bondad y su belleza se compadeció de los apuros y sufrimientos de sus vasallos. Cuando su marido, cegado por la ambición seguía esquilmando a sus súbditos con impuestos abusivos, Lady Godiva le rogó que rebajara sus impuestos. El conde, pensando que se negaría, le dijo que lo haría si ella era capaz de cabalgar por las calles de Coventry desnuda, sin más vestidura que sus largos cabellos. La dama accedió no sin antes avisar a los vecinos de que durante el paseo permanecieran encerrados en sus casas, para no perturbar su desnudez. Todos los ciudadanos lo hicieron excepto Tom, un conocido sastre, que sin poderse resistir se asomó por una rendija de la persiana, quedándose ciego por ello y pasando a la posteridad como Peeping Tom (Tom el mirón). Y es que, incluso cuando comporta un coste para uno mismo, como a Lady Godiva, conviene ser generosos pues este acto aumenta el sentimiento de felicidad. A nivel cerebral, se ha constatado que una decisión generosa activa el sistema de recompensas al modular dos áreas en el encéfalo: la estriada ventral y la unión temporal parietal. Todo esto demuestra que las personas que se preocupan por el bienestar de los demás son más felices que aquellos que sólo se centran en sí mismos. Además, aumenta nuestra autoestima pues practicar la generosidad mejora la autopercepción, haciendo crecer la confianza que tenemos de nosotros mismos y logrando que nos sintamos útiles. Y, para ser generoso, no hace falta hacer grandes regalos o aportar donaciones económicas importantes. Se puede ser generoso con nuestro tiempo, con nuestra presencia o incluso con una mirada o sonrisa. Al fin y al cabo, la generosidad es el único egoísmo legítimo. www.carloshidalgo.es